El término “Consenso de Washington” se atribuye al conjunto de medidas de política económica propuestas por John Williamson en 1989, con el propósito de estabilizar y ajustar ciertas economías, especialmente las de los países latinoamericanos. Estas estaban principalmente dirigidas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), con sede en Washington.
El denominado Consenso de Washington comprendió diez puntos que se presentaron como un plan universal para lograr el crecimiento y el desarrollo económico, liderado por instituciones como el FMI, el BM, el gobierno y la Reserva Federal de Estados Unidos, todas con sede en Washington (Uzunidis, 2005). Para Williamson, esta lista implicaba la creación de un acuerdo donde la clave para el desarrollo económico de una nación no está en sus recursos naturales, ni en su capital material o humano, sino en las políticas económicas que persigue (Williamson, 2009). Este último mecanismo debía centrarse en tres áreas principales: (i) La implementación de políticas macroeconómicas sanas con el objetivo de controlar la inflación, reducir los déficits presupuestarios y equilibrar la balanza comercial internacional; (ii) configurar una apertura de los países a la inversión extranjera, al comercio y la liberalización financiera. y (iii) lograr una reducción de la injerencia del Estado en el mercado, a través de medidas de desregulación y privatización (Ricupero, 2000).
Ahora bien, si bien este consenso fue orientado al contexto latinoamericano, se aplicó rápidamente a otros países en desarrollo. Una primera versión semántica interpreta al consenso como las políticas económicas defendidas por el discurso de instituciones financieras internacionales, las cuales aplicaron una versión diferente de las reformas originales. De hecho, cuando tales medidas se implementaron, las instituciones internacionales se centraron en la privatización y la liberalización y prestaron menos atención a otros elementos de carácter social. El Consenso de Washington, desde otro punto de vista, también es sinónimo de neoliberalismo, o incluso de “fundamentalismo de mercado” (Krugman, 2007, pág. 2; Naim, 2002).
No obstante lo anterior, en general, se acepta que las reformas propuestas por el Consenso no tuvieron los resultados prometidos (Rodrik, 2006). Si bien la aplicación de la reforma ha reducido la tasa de inflación en varios países de América Latina, el crecimiento no ha seguido el mismo ritmo. El desempleo se disparó, seguido de la pobreza y la desigualdad (Zagha y Nankani, 2005). La aplicación dogmática de este consenso bloqueó la reactivación de la demanda y combinó la austeridad con dificultades financieras externas cuando, al mismo tiempo, se recortaron los servicios públicos, se congelaron los salarios y muchas de las grandes empresas privatizadas quedaron bajo el control de empresas de países del Norte (Uzunidis, 2005).
La apertura de un país en desarrollo al mundo exterior puede volverlo muy vulnerable si no se adoptan políticas económicas adecuadas. En efecto, los productores agrícolas de los países no desarrollados, sin medidas proteccionistas para proteger a su Estado, difícilmente pueden competir con la producción europea subvencionada de Europa o la producción americana de los Estados Unidos. El impacto y la influencia de las teorías económicas llevadas a cabo por el Consenso de Washington pueden ser comprendidas, en tanto estas se convirtieron en actores dominantes en la economía mundial (Stiglitz, 2002). Precisamente, la gobernanza llevada a cabo por estas instituciones desempeña un papel en la realización de sus logros y objetivos. El FMI, por ejemplo, da voz a los ministros de finanzas y a los gobernadores de los bancos centrales. Dado que las decisiones de las instituciones reflejan las opiniones e intereses de sus responsables, no es sorprendente que las políticas económicas internacionales estén alineadas con los intereses económicos de los países industriales desarrollados (Stiglitz y Chemla, 2002).
Por otro lado, el Consenso de Washington puede entenderse como un vehículo para la “hegemonía intelectual global” (Gosovic, 2000). Desde una perspectiva neo-gramsciana, el consenso contribuyó a la difusión del marco conceptual neoliberal que refleja los intereses y objetivos de los actores dominantes en el mundo globalizado. Este marco conceptual difundido a través de la interpenetración de las sociedades y sus economías conduce a una creciente uniformidad que reduce las capacidades críticas y aumenta la “dependencia intelectual” a escala mundial (Gosovic, 2000). Esta dependencia se traduce en la subordinación de los países en desarrollo a instituciones que sirven al Norte, como la OMC o el FMI. En tal sentido, es importante señalar que la premisa funcionalista de separar los problemas políticos y económicos en favor de la cooperación internacional persiste de manera encubierta en las instituciones del Consenso de Washington. De hecho, según Gosovic (2000), las instituciones financieras internacionales no son independientes de las grandes empresas del Norte.
El consenso original ha sufrido cambios al ser convertido en práctica y como sus resultados suelen ser insatisfactorios, muchos especialistas piden que sea superado como receta universal de crecimiento. Por ejemplo, un grupo de economistas como Serra, Stiglitz y otros (2008) postularon una crítica en ese sentido. Precisamente, fundamentada sobre la base de las deficiencias observadas en la historia, tales como el aumento de la desigualdad, los académicos señalados propusieron una serie de siete reformas prioritarias que combinan las lecciones de la experiencia internacional con los principios básicos de la economía. Esta lista propone un mayor uso del Estado, un énfasis en el papel de las instituciones o la inclusión de problemas ambientales en la agenda. Pero insisten, sobre todo, en el particularismo y la desconfianza que deben mantenerse con respecto a las reglas que pretenden ser universales (Serra y Stiglitz, 2008).
El consenso de Washington, según Krugman (2007), fracasó porque no comprendió el desarrollo y a los países en vía de desarrollo. Esto llevó a que el consenso se definiera de manera demasiado restringida. Es así como este autor propone adiciones que considera esenciales que van más allá del marco económico, añadiendo las externalidades en el corazón del desarrollo: la participación del mundo en desarrollo y ya no sólo de “Washington”. Asimismo, afirma que es necesario la revisión del papel del Estado o de las medidas de desarrollo en términos no económicos. Precisamente, en razón a que todos estos elementos fueron ignorados en el nacimiento del Consenso de Washington, sin embargo, ahora estos pueden articularse desde el enfoque de la Economía Política Internacional, debido a que esta no da una ventaja cualitativa a un área, sino que analiza las relaciones y la influencia de cada una de ellas y su injerencia en el crecimiento y el desarrollo económico de cualquier nación.
Vídeo (FR): Le consensus de Washington n’a pas favorisé un développement durable – Gaël Giraud
Referencias
Gosovic, B. (2000). L’hégémonie intellectuelle mondiale et le développement. Revue internationale des sciences sociales, UNESCO, 166, 507-518.
Krugman, P. (2007). Is there a Post-Washington Consensus? Governance of Globalization. Initiative for Policy Dialogue Working Paper Series, 1-32.
Naim, M. (2002). Washington Consensus: a damaged brand. Financial Times. October, 22. Accessed on: https://www.moisesnaim.com/my-columns/2020/5/1/washington-consensus-a-damaged-brand
Ricupero, R. (2000). Putting a human face on development. International Social Science Journal, 52(166), 441-446.
Rodrik, D. (2006). Goodbye Washington consensus, Hello Washington confusion? A review of the World Bank’s economic growth in the 1990s: learning from a decade of reform. Journal of Economic Literature, 44(4), 973-987.
Serra, N., & Stiglitz, J. E. (Eds.). (2008). The Washington consensus reconsidered. Towards a new global governance. New York: Oxford University Press.
Stiglitz, J. E. (2002). La grande désillusion. Paris: Fayard.
Uzunidis, D. (2005). Les pays en développement face au «consensus de Washington», histoire et avenir. Annuaire français de relations internationales, 6, 865-880.
Williamson, J. (2009). A short history of the Washington Consensus. Law & Business Review of the Americas, 15(7), 7-24.
Zagha, R., & Nankani, G. T. (2005). Economic Growth in the 1990s: Learning from a Decade of Reform. Washington D.C.: World Bank.
Maria Camila Ballesteros
Hugo Da Silva.
Alexandre De Groot
Javier Ramírez
David Sicard
Maxime Treboux
Publié en 2021
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