La Economía Política de la Carne es un sitio transdisciplinario, ya que combina la economía, la ciencia política, la agronomía y la ecología política.

El incremento de la población humana se espera que crezca a más de 9.000 millones de personas en 2050, según las Naciones Unidas. El aumento de los ingresos medios y los cambios en las pautas de consumo provocados por la urbanización han dado lugar a un cambio global en los hábitos y la dieta con respecto a la cantidad de proteína animal consumida per cápita (Porkka et al., 2013; Tilman y Clark, 2014).

Se observa una transformación de los hábitos alimentarios entre los distintos países del mundo -que se sabe varían de una población a otra en función del clima y de las propiedades histórico-culturales-. pero este cambio no es homogéneo, sino que está fuertemente modulado por la posición en la organización económica mundial. En 2009, por ejemplo, la demanda en los 15 países con los niveles más altos de proteína animal era un 750% más alta que en los 24 países más pobres, al mismo tiempo que mil millones de personas sufrían de nutrición insuficiente e inadecuada (Tilman y Clark, 2014).

Según el informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, 2019), el consumo mundial de carne aumentará exponencialmente para 2050. Esta nueva composición de las dietas, por sus consecuencias, puede ser problematizada desde la perspectiva de una “triple amenaza” (Katz-Rosene y Martin, 2020) la degradación del medio ambiente, el aumento de las desigualdades sociales, y los riesgos para la salud.

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Por un lado, gran parte del impacto ambiental global de la carne se atribuye al sector ganadero, responsable del 8 al 18% de los GEI, así como de la pérdida de biodiversidad, la degradación del suelo y la deforestación. En países como Brasil, esto ha dado lugar a la conversión de tierras en tierras cultivables para la producción masiva de cereales y soja, con el fin de alimentar al ganado. Según De Sy (et al., 2013), el 71% de la conversión de la selva tropical en América del Sur fue para ganado y el 14% para cultivos comerciales, incluyendo la soja para la alimentación animal. Además, la agricultura representa el 70% del agua total utilizada para el riego de los campos – la fase de la cadena en la que, debido al uso intensivo de pesticidas y fertilizantes, los productos cárnicos tienen su mayor impacto-, a pesar de que a menudo se asume intuitivamente que las externalidades más preocupantes para el ecosistema se encuentran durante el procesamiento, el almacenamiento, la distribución y el transporte (Nemecek et al., 2016).

La segunda amenaza es el aumento de las desigualdades sociales, la cual puede ser conceptualizada en términos de “seguridad alimentaria”. Esta noción nos permite destacar que la creciente injusticia alimentaria observada, entre y dentro de los países, no se limita de ninguna manera a la disponibilidad de productos ricos en nutrientes, en un territorio determinado, sino que debe entenderse en relación con el acceso, uso y estabilidad de esos productos. Según Porkka et al., (2013), aunque la disponibilidad de los alimentos en el mundo ha aumentado tanto en términos absolutos y relativos gracias al aumento del comercio mundial, este comercio no es simétricamente benéfico para los países que exportan y los que importan. Una vez más, una injusticia crece: mientras que en el Medio Oriente, África del Norte, África del Sur, América Central y Europa del Este, hay una tendencia al aumento de las importaciones de alimentos, unos pocos países, principalmente Australia, Argentina, Estados Unidos y Canadá, dominan el mercado de la exportación. En resumen, “el aumento del comercio de alimentos no mejora en absoluto la disponibilidad de alimentos” (Porkka et al., 2013). Otro ejemplo es el de países como China y Brasil, cuyo creciente consumo de carne en las últimas dos décadas y el enorme potencial de poder adquisitivo de sus poblaciones tendrán importantes implicaciones para la política y la economía mundial (ibíd. y Liu y Deblitz, 2017).

Por último, este cambio estructural, combinado con el aumento de los salarios y la urbanización, una tendencia creciente en todo el mundo en los últimos cinco decenios, está creando enormes problemas de salud, ilustrados por tres enfermedades crónicas no transmisibles pero muy difundidas: las enfermedades cardiovasculares, la diabetes y ciertos tipos de cáncer. Esto se suma a los más de 2.000 millones de personas en todo el mundo que tienen sobrepeso y son obesas, cifra que aumenta diariamente (Tilman y Clark, 2014). Así pues, si bien es cierto que el 80% de las muertes por enfermedades crónicas ocurre en países de bajos ingresos, este fenómeno afecta a la mayoría de los países independientemente del estado de su desarrollo económico (Lock et al., 2010).

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Estas consideraciones ilustran que el consumo y la producción de carne se encuentran en la encrucijada de cuestiones sociales, económicas, medioambientales y políticas. Por lo tanto, es correcto argumentar la relevancia heurística de una verdadera Economía Política Internacional de la carne. Por consiguiente, la pregunta clave no es tanto “por qué comemos carne”, sino “por qué consumimos tanta carne”. “(Fiddes, 1991). En resumen, la comprensión de las proporciones gigantescas de esta producción de alimentos de origen animal se debe a su concepción en términos de economía política de la carne: algunas personas señalan que en un régimen capitalista, el propósito de esto no es producir carne per se, contrariamente a la intuición común, sino más bien generar beneficios. Así, tanto la sobreproducción de carne como los enormes residuos que se derivan de ella son inteligibles si se consideran bajo el prisma de la disociación entre valor de cambio y valor de uso. Además, como siempre, la extorsión del valor producido se consolida con una configuración ideológica particular: donde el racismo había permitido que el capitalismo se expandiera enormemente debido a su justificación de la esclavitud, donde el sexismo permite una devaluación radical del trabajo de las mujeres, la economía política de la carne, en su forma capitalista, depende de la ideología del especismo, que cosifica  radicalmente a los individuos no humanos, y por lo tanto permite tanto su explotación como su mercantilización (Lündstrom, 2019: 99-100).

Vídeo : La OMS alerta de que el consumo de carne procesada es cancerígeno. www.efe.com (n.d.)

Vídeo (francés) : Faut-il arrêter de manger de la viande ? Le Monde.fr (2015)

Referencias

Fiddes, N. (1991). Meat: A natural symbol. London: Routledge.

Katz-Rosene, R., & Martin, S. J. (Eds.). (2020). Green Meat? Sustaining Eaters Animals and the Planet. Montréal: McGill-Queen’s Press.

Liu, H., & Deblitz, C. (2007). Determinants of meat consumption in China. Asian Agribusiness Research Centre, Charles Sturt University. Working Paper 40.

Lock, K., Smith, R. D., Dangour, A. D., et al. (2010). Chronic diseases: Chronic Diseases and Development 2: Health, agricultural, and economic effects of adoption of healthy diet recommendations. The Lancet, 376(9753), 1699-1709.

Lündstrom, M. (2019). The Political Economy of Meat. Journal of Agricultural and Environmental Ethics, 32(1), 95-104.

Nemecek, T., Jungbluth, N., Canals, L. M., et al. (2016). Environmental impacts of food consumption and nutrition: where are we and what is next? The International Journal of Life Cycle Assessment, 21(5), 607-620.

Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación. (2019). OCDE-FAO Perspectivas Agrícolas 2019-2028. http://www.fao.org/3/ca4076es/CA4076ES.pdf

Porkka, M., Kummu, M., Siebert, S., et al. (2013). From food insufficiency towards trade dependency: a historical analysis of global food availability. PloS one, 8(12), 1-12.

De Sy, V., Herold, M., Achard, F., et al.(2015). Land use patterns and related carbon losses following deforestation in South America. Environmental Research Letters, 10(12), 1-15. Tilman, D., & Clark, M. (2014). Global diets link environmental sustainability and human health. Nature, 515, 518-522.


Laura Ballesteros Chitiva

Carlo Balzaretti Lascurain

Vanessa Bonillat

Romain Borcard

Lucia Carcano

Guillaume Dreyer

beenhere

Publié en 2021

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