Las maquiladoras, por su naturaleza muy onomástica, parecen formar parte del pintoresco paisaje latinoamericano; sin embargo, son un caso prototípico de la configuración contemporánea del modo de producción capitalista

Las maquiladoras forman parte de un sistema de producción internacional. Se trata de un tipo de empresas ubicadas en Zonas Francas de Exportación (ZFE) en países del Sur global, donde se ensamblan productos manufacturados, en particular prendas de vestir, y luego se exportan a los llamados países desarrollados. El traslado de las operaciones a estos lugares se debe a los incentivos fiscales ofrecidos por los países anfitriones: por ejemplo, exenciones arancelarias tanto para las importaciones como para las exportaciones. Además, existe una mano de obra barata y dócil (Delgado-Wise, 2007). El modelo de producción basado en la maquila es, por lo tanto, desde el punto de vista de los inversionistas, una alternativa ventajosa a la producción de bienes manufacturados en el hogar: los costos de producción son más bajos debido a los niveles salariales más bajos y a las condiciones de trabajo menos reguladas que en los países occidentales: insuficiente sindicalización, prácticamente ninguna seguridad laboral, salarios mínimos (id.: 664).

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Estas fábricas se establecieron en México en la década de 1960, pero Bangladesh, China y América Central ofrecen ejemplos más recientes de este tipo de industrialización. En cuanto al subcontinente centroamericano, las maquiladoras no prosperaron hasta la década de 1980 y se desarrollaron principalmente en las industrias textil y del vestido. Desde entonces, se han implementado maquilas en otras regiones del Sur, como el Sudeste Asiático. Por lo general, se encuentran a cierta distancia de las zonas urbanas (Borgeaud-Garciandìa y Lautier, 2014). Un caso muy conocido es el de Ciudad Juárez (México), donde existe una maquiladora donde los trabajadores estaban “físicamente separados del resto de la fábrica”, y estaban sometidos a “un régimen muy rígido de control físico y disciplina corporativa, con uniformes específicos y un gran énfasis en el control de su cuerpo y cabello” (Cuninghame, 2007: 8-9).

Las maquilas tienen una influencia considerable en las áreas circundantes. Las condiciones de trabajo individuales no sólo afectan a los trabajadores (es decir, horas extras forzadas, restricciones en el lugar de trabajo, etc.), sino que también tienen un fuerte impacto en la comunidad que los rodea (Goldin, 2011). Esto es especialmente cierto en el limitado círculo familiar de los trabajadores: las personas más dependientes, como los ancianos o los niños, deben gestionar diariamente la ausencia de larga duración de la persona que suele estar a cargo de la familia (ibíd.). A este respecto, cabe señalar que, en la mayoría de los casos, los trabajadores son trabajadores y madres solteras, lo que amplía aún más el problema. En efecto, en Centroamérica, las empresas maquiladoras emplean a mujeres de entre 16 y 30 años (Domínguez et al., 2014); sin embargo, esta sobrerrepresentación femenina no pone en tela de juicio las desigualdades estructurales de género: los estudios han demostrado, en el caso de El Salvador, que los ingresos obtenidos por los trabajadores de las maquiladoras, lejos de ser un medio de emancipación, no eran más que un medio de supervivencia económica, permitiéndoles cuestionar el orden patriarcal en muy contadas ocasiones. Como tal, numerosos estudios realizados en América Central desde mediados de la década de 1980 hasta 2006 reportaron múltiples casos de acoso sexual a trabajadoras por parte de gerentes o supervisores que se permitieron tocarlas o presentar comentarios sexuales inapropiados. Cabe señalar que las condiciones de trabajo de estas mujeres, combinadas con la fuerte competencia entre las distintas zonas de producción de bajos salarios, conducen a una bonificación de al menos bajos salarios y, por lo tanto, a un deterioro tanto de los salarios como de las condiciones de vida de los productores, lo que contradice en gran medida las tesis presentadas por la ortodoxia neoclásica, según las cuales la competencia debe conducir a un óptimo social (ibíd.).

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Estas fábricas son consideradas mecanismos para la disciplina de género, “una mano de obra femenina dócil no puede ser simplemente comprada; debe ser producida, o no, en el nivel concreto de la vida de taller, debido a prácticas y discursos significativos” (citado en Gunawardana, 2017: 444). Además de las externalidades negativas que produce en las mujeres y la reproducción de las desigualdades de género que permite, el modo de producción propuesto por las maquiladoras enfrenta contradicciones estructurales, en la medida en que su funcionamiento depende de la disponibilidad de bienes comunes tales como aire habitable, agua de buena calidad y tierra. Sin embargo, como ha señalado Saul Landau (2005), la competitividad de las maquiladoras está precisamente condicionada por el empobrecimiento y la contaminación de estos recursos, así como por una explotación apenas sostenible del capital humano.

Una perspectiva de Economía Política Internacional es crucial para la comprensión del fenómeno de las maquiladoras, que está en una relación co-constitucional con el proceso de globalización (Gunawarda, 2017: 440). Las investigaciones anteriores se han centrado en el flujo de bienes, como los suministros y los productos terminados, como indicadores de hasta qué punto las industrias maquiladoras son una forma de globalización (Kopinak, 1998: 2003). No obstante, el enfoque en el flujo de bienes a través de las distancias, es necesario también prestar atención a la forma en que las maquiladoras están relacionada con el flujo trans-regional de personas, la migración humana es la forma de globalización que es más ubicua que cualquier otra. Adoptar una perspectiva de sistema mundial, en lugar de un agregado discreto de estados-nación, permite evaluar hasta qué punto la proliferación de lugares de trabajo precarios, incluso informales, en las regiones del Sur global es funcional a la expansión del capital y a la concentración de la riqueza en áreas metropolitanas o semi-periféricas (Cuningham, 2007: 9).

Referencias

Borgeaud-Garciandía, N., & Lautier, B. (2014) La personalización de la relación de dominación laboral: las obreras de las maquilas y las empleadas domésticas en América Latina. Revista mexicana de sociología, 76(1) : 89-113.

Cuninghame P. G. (2007) Globalisation, maquiladoras and transnational identities at the US-Mexico border the case of Ciudad Juarez – El Paso. Revue Interventions économiques [En ligne], 35, mis en ligne le 21 mai 2007, consulté pour la dernière fois le 22 avril 2019 : https://journals.openedition.org/interventionseconomiques/648.

Delgado-Wise, R., & Covarrubias, H. M. (2007) The Reshaping of Mexican Labor Exports under NAFTA: Paradoxes and Challenges. International Migration Review, 41(3) : 656–679.

Edmé Domínguez, Rosalba Icaza, Cirila Quintero, Silvia López & Åsa Stenman (2010) Women Workers in the Maquiladoras and the Debate on Global Labor Standards. Feminist Economics, 16:4 : 185-209.

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Gunawarda, S. J. (2017) Industrialization, feminization and mobilities. In Elias J. and Roberts A. (dir.), Handbook on International Political Economy of Gender, Northhampton, EE Publishing : 440-455.

Hale, A. (2002) Trade liberalisation in the garment industry: Who is really benefiting?. Development in Practice, 12(1) : 33-44.

Landau, Saul. (2005) Globalization, Maquilas, NAFTA, and the State: Mexican Labor and ‘The New World Order.’ Journal of Developing Societies, 21(3–4) : 357–368.

Massoud M. Saghafi (1995) Mexican Maquiladoras and the North American Free Trade Area, Journal of Transnational Management Development, 1/2 : 93-119.

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Reygadas, Luis. (2003) Globalización, trabajo y maquilas: las nuevas y viejas fronteras en México. Región y sociedad, 15(28) : 233-238.


Laura Ballesteros Chitiva

Carlo Balzaretti Lascurain

Vanessa Bonillat

Romain Borcard

Lucia Carcano

Guillaume Dreyer

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