El regionalismo se devela como una necesidad incesante de integración entre diversos países con el objetivo de lograr no solo el desarrollo socioeconómico y político dentro de una determinada región, sino, que además este representa para algunas regiones la oportunidad de mejorar su posición en los asuntos mundiales.

La región como objeto de estudio puede conceptualizarse sobre la base de los procesos de transformación temporal y cultural (Bernal-Meza, 2009). El regionalismo se entiende como la tendencia a buscar una identidad común entre los estados, basada en valores históricos y territoriales. Por tanto, la integración de objetivos, tanto políticos como económicos, encaminados a mejorar las condiciones regionales de acuerdo con sus intereses comunes resultan ser los principios básicos del regionalismo (Hettne y Soederbaum, 2008).

La definición más extendida de regionalismo es la asociada a la integración. Desde una perspectiva neoclásica, el comercio y su expansión son el elemento fundamentales del regionalismo (Bernal-Meza, 2009). Esta integración estaría representada, a nivel comercial, por preferencias arancelarias entre Estados soberanos. Además, el regionalismo también está vinculado a la geografía y, por lo tanto, explora posibilidades de constituir una identidad común basada en fronteras y recursos compartidos; aunque con el tiempo se ha evidenciado que la identidad común no está limitada a las fronteras, y la región puede ir más allá de solo los países vecinos (Bernal-Meza, 2009).

Sumado a esto, el enfoque europeo del regionalismo se conceptualiza a través de la creación de un proyecto político definido por normas y estructuras que van más allá del espacio territorial (Bajo, 1999). Este proyecto está impulsado por una fuerte institucionalización de los espacios y tiene por objeto la armonización de las normas de conducta. La Unión Europea puede ser un ejemplo de un proyecto de integración que ha logrado establecer intereses políticos claros que se han transformado en instituciones que regulan la adopción de decisiones económicas y políticas de los países miembros (Bajo, 1999).

Ahora bien, los proyectos regionalistas se han desarrollado de diferentes maneras dependiendo del contexto y los intereses que rodean su creación. Desde la perspectiva de la Economía Política Internacional, los debates han girado en torno a la distinción entre el “viejo” y el “nuevo” regionalismo, en el que los intereses políticos pueden considerarse un medio para diversificar el debate más allá de lo puramente económico (Hettne y Soederbaum, 2008).

Es así como el concepto de regionalismo en el marco de la Economía Política Internacional, pone en evidencia los efectos de la globalización en el desarrollo económico. Esto es así en la medida en que algunas comunidades, empresas y gobiernos han podido beneficiarse de las grandes transformaciones económicas globales que surgen del comercio, mientras que otros han quedado al margen de estas interacciones. Así las cosas, el regionalismo se concibe como un instrumento estatal para adoptar medidas adecuadas para alcanzar niveles económicos iguales a los de un ecosistema territorial (De la Reza, 2014).

Detrás de las fuerzas del regionalismo se puede encontrar la acumulación de riqueza o deficiencia de riqueza, cadenas de valor, producción, bienes, los cuales pueden cambiar la estructura y la organización en un mundo globalizado (Marchand, Bøås, & Shaw, 1999).

Ejemplo de la diversidad existente en procesos de regionalismo es América Latina. Históricamente, América Latina ha tenido diversos proyectos de integración política y comercio, así como proyectos sociales que trascienden las sociedades e implican escenarios de cooperación y solidaridad. En este marco, la gobernanza regional se redefine a medida que cada proyecto enfrenta visiones sustancialmente divergentes, y los intereses de la región se transforman (Tussie & Riggirozi , 2012). Por ejemplo, los procesos de integración como los del Mercosur tienen una estructura institucional definida tanto por cuestiones comerciales como políticas. Este esquema contrasta con procesos como los de la Alianza del Pacífico, que no tienen en cuenta tanto los valores comunes de la región como los intereses económicos de la comunidad.

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Derivado de la crisis económica mundial, las crisis migratorias y los cambios en las tendencias políticas en diversas partes del mundo, ha habido transformaciones en los proyectos regionales. Por ejemplo, modelos considerados exitosos, como la Unión Europea, enfrenta retos que podrían replantear los beneficios del regionalismo en la configuración de un nuevo orden mundial. La supranacionalidad de la Unión ha mostrado debilidad al no poder responder a necesidades coyunturales, ya que los miembros se resisten a perder soberanía y prefieren fortalecer las fronteras. La salida del Reino Unido de la Unión Europea es el resultado del rechazo a las instituciones comunitarias, que puede implicar barreras no solo para la movilidad de personas, sino para el intercambio de bienes y servicios, lo que puede desestabilizar económicamente la región (Sampson, T. 2017).

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Por último, es menester señalar entonces como la integración regional se ha considerado una forma de configurar subsistemas con diferentes propósitos: alcanzar una gobernanza mundial organizada, generar un contrapeso a las acciones de otros Estados, fortalecer los intereses comunes y construir espacios políticos para coordinar la política exterior (Marchand, Bøås, & Shaw, 1999). Por esta razón, las formas alternativas de integración, que hacen hincapié en la cooperación en torno las políticas regionales, se presentan como una nueva forma de hacer regionalismo, ya que reflejan las transformaciones del espacio regional, sin que esto implique la creación de nuevas instituciones (Tussie & Riggirozi, 2012).

Referencias

Bajo, C. (1999). The European Union and Mercosur: A Case of Inter-Regionalism. Third World Quarterly, 20(5), 927-941.

Bernal-Meza, R. (2009). El regionalismo: conceptos, paradigmas y procesos en el sistema mundial contemporáneo. Revista: Aportes para la Integración Latinoamericana, 15(21), 1-29.

De la Reza, G. A. (2014). Le régionalisme ouvert latino-américain : un essai d’interprétation systémique. Cahiers des Amériques latines, 75, 177-198.

Hettne, B., Soederbaum, F. (2008). The Future of Regionalism: Old divides, New Frontiers. in: Cooper, A. F.,  Hughes, C. W., De Lombaerde, P. Regionalisation and global governance: the taming of globalisation? London: Routledge.

Marchand, M., Bøås, M., Shaw, T. (1999). The Political Economy of New Regionalisms. Third World Quarterly, 20(5), 897-910.

Riggirozzi P., Tussie D. (2012) The Rise of Post-Hegemonic Regionalism in Latin America. In: Riggirozzi P., Tussie D. (eds) The Rise of Post-Hegemonic Regionalism. Dordrecht : Springer.

Sampson, T. (2017). Brexit: The Economics of International Disintegration. The Journal of Economic Perspectives, 31(4), 163-184.


Cloé Baladier

Célien Barmaz

Gustavo Guerrero Galeano

Ismira Mahmutovic

Paola Moreno

Angélica Patiño

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Publié en 2021

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