La brecha salarial entre los géneros refleja las desigualdades y la discriminación en el mercado laboral que afecta principalmente a las mujeres. Las mujeres ganan significativamente menos que los hombres durante toda su carrera por razones complejas y a menudo interrelacionadas.

Según las estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo, la brecha salarial varía entre los géneros: ponderada para tener en cuenta las variaciones en la educación, la edad, las horas de trabajo y el empleo en el sector público en comparación con el empleo en el sector privado, oscila entre el 16% y el 22%, según los métodos de cálculo elegidos (Organización Internacional del Trabajo, 2018). Sin embargo, estas cifras sólo reflejan la brecha entre las personas asalariadas y, por lo tanto, no pueden considerarse como un punto de referencia para la desigualdad de género en general (Commission européenne, 2020). Cabe señalar dos elementos: en primer lugar, es fundamental comprender y ampliar la definición para incluir tanto el trabajo formal como el informal, debido a que la mayoría de los estudios se basan en el análisis formal del mercado de trabajo, mientras que las mujeres están empleadas con mayor frecuencia en el mercado informal (Elías y Louth, 2016). En segundo lugar, la brecha salarial entre los géneros cumple una norma bidimensional, en la que la brecha salarial entre los géneros tiene en cuenta no sólo el hecho de que, en promedio, las mujeres ganan menos que los hombres, sino que existe un efecto de grupo que explica por qué los salarios medios son más bajos en las industrias o en los empleos en los que la proporción de mujeres es mayor (Palomino y Peyrache, 2010).

El enfoque del desarrollo analiza la brecha salarial entre los géneros. Si no se cierra la brecha, se compromete no sólo el crecimiento y la competitividad de las empresas, sino también el desarrollo social a nivel de los hogares y a nivel internacional (Commission européenne, 2020).

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Hoy en día, el debate se ha centrado en dos puntos principales. La literatura académica muestra que las diferencias salariales responden a variables sociales y culturales arraigadas en la sociedad. Así pues, estos estudios ponen en tela de juicio la idea de que las diferencias salariales se deben al mayor costo de emplear a mujeres en las empresas debido a la maternidad (Organización Nacional de la Mujer, 2017). Sin embargo, los estudios han demostrado que la brecha salarial entre los géneros en países ricos como Suiza existe incluso antes de que las mujeres queden embarazadas (Combet & Oesch, 2019) o incluso que las oportunidades de empleo cambian la preferencia de las mujeres con respecto a las decisiones de casarse y tener hijos en países en desarrollo como la India (Jensen, 2012).

En términos más generales, las distinciones entre hombres y mujeres no sólo son físicas y biológicas, sino también culturales, y contribuyen a diferenciar la experiencia individual de la vida. Estas distinciones son construidas por la sociedad y conducen a desigualdades.  Uno de los principales enfoques teóricos utilizados por la Economía Política Internacional (EPI) para analizar las cuestiones relativas a las diferencias estructurales entre mujeres y hombres es el feminismo. En su versión liberal, el feminismo se centra en la necesidad de añadir a las mujeres a la ecuación, teniendo en cuenta el hecho de que constituyen la mitad de la población mundial. Aboga por el desarrollo de la igualdad de derechos para todas las mujeres sobre la base de los derechos humanos. Por otra parte, tiende a oscurecer los elementos estructurales que producen y reproducen la dinámica de poder y la dominación patriarcal en el sistema internacional. Por el contrario, el feminismo postestructuralista tiene por objeto precisamente vincular el sistema internacional a la dinámica de género de subyugación, dominación y poder en los discursos y procesos de producción de conocimientos, incluso en el ámbito de la EPI.

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Es necesario tener en cuenta el hecho de que la brecha salarial entre los géneros ha evolucionado con el tiempo y ha adquirido mayor importancia a nivel internacional. Aunque a menudo se cree que esta problemática comenzó en la década de 1960, las luchas por la igualdad de remuneración comenzaron en la Primera Guerra Mundial, cuando las mujeres se hicieron cargo del trabajo de los hombres y se movilizaron en masa en las líneas del frente, sin recibir la misma remuneración. En la década de 1960, las demandas de igual salario por igual trabajo se basaron en una entrada masiva de mujeres al mercado laboral. Por ejemplo, la administración estadounidense bajo la presidencia de Kennedy aprobó la Ley de Igualdad Salarial en 1963 como parte del programa Nuevo Programa Frontera con el objetivo de reducir la brecha salarial entre los sexos. Luego, en 1970, le tocó al Reino Unido aprobar la Ley de Igualdad Salarial. Otros países han aprobado leyes similares, que también incluyen asociaciones públicas y privadas para fomentar la creación de capacidad para las mujeres o el establecimiento de cuotas para las mujeres en las empresas y en los puestos gubernamentales de alto nivel (Timpson, 2019; Krook y Norris, 2014). Esta cuestión es ahora parte integral de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (ODS).

Hay muchas razones por las que hoy en día siguen existiendo diferencias salariales entre los géneros, como los prejuicios contra las madres trabajadoras, la educación, las expectativas sociales y la segregación ocupacional. Sin embargo, debe señalarse que las diferencias de remuneración varían considerablemente de un país a otro. Según un informe publicado recientemente por la Organización Internacional del Trabajo (2019), la brecha salarial de las mujeres puede explicarse por la interconexión de las tres dimensiones siguientes: 1) el reparto desigual de las responsabilidades familiares, 2) el hecho de que las mujeres trabajen en empleos y sectores mal remunerados, y 3) la discriminación que sufren directamente en el lugar de trabajo. Se han hecho algunos progresos a este respecto, pero queda mucho por hacer.

Referencias

Combet, B., & Oesch, D. (2019). The gender wage gap opens long before motherhood. Panel evidence on early careers in Switzerland. European Sociological Review, 35(3), 332-345.

Elias, J., & Louth, J. (2016). Regional Disputes over the Transnationalization of Domestic Labour: Malaysia’s ‘Maid Shortage’and Foreign Relations with Indonesia and Cambodia (239-260). In: Elias, J., & Rethel, L. (2016) The Everyday Political Economy of Southeast Asia. Cambridge: Cambridge University Press.

Commission Européenne (2020). The gender pay gap situation in the EU. Accessed in: https://ec.europa.eu/info/policies/justice-and-fundamental-rights/gender-equality/equal-pay/gender-pay-gap-situation-eu_fr

Jensen, R. (2012). Do Labor Market Opportunities Affect Young Women’s Work and Family Decisions? Experimental Evidence from India. Quarterly Journal of Economics, 127(2), 753-792.

Krook, M. L, & Norris, P. (2014). Beyond Quotas: Strategies to Promote Gender Equality in Elected Office. Political Studies, 62(1), 2–20.

Organización Internacional del Trabajo. (2018). Global Wage Report 2018-19: What lies behind gender pay gap. https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/—dgreports/—dcomm/—publ/documents/publication/wcms_650553.pdf

Organización Internacional del Trabajo. (2019). La brecha salarial entre hombres y mujeres en América Latina: en el camino hacia la igualdad salarial. https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/—americas/—ro-lima/documents/publication/wcms_697670.pdf

Organización Nacional de la Mujer. (2017). The Gender Pay Gap – Myth vs. Fact. Accessed in: https://now.org/resource/the-gender-pay-gap-myth-vs-fact/

Palomino, F., & Peyrache, E. A. (2010). Psychological bias and gender wage gap. Journal of Economic Behavior and Organization, 76(3), 563-573.

Timpson, C. (2019). Rizo V. Yovino: Another Step toward Equality through the Equal Pay Act. Golden Gate University Law Review, 49(1), 29–55.


Daniel Bedoya 

Alae Chahboun

Martiño Neira

David Ries

Daniela Sena Rojas 

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Publié en 2021

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