Entre las muchas aproximaciones que intentan explicar el mundo y lo internacional, quizá no haya una mejor opción para entender los logros y crisis del sistema capitalista moderno que la teoría del sistema-mundo.
El “sistema-mundo” es una teoría fundamental del análisis neo-marxista en la Economía Política Internacional (EPI), que fue desarrollada por Immanuel Wallerstein en diálogo con el trabajo y concepto de “economía mundial” del historiador Fernand Braudel (Shannon, 1996: 13-14). Ambos autores comparten una metodología holística que considera al “sistema mundo” como una unidad de análisis; es decir, como una perspectiva histórica de larga data que evita la “trampa de las verdades eternas” (Wallerstein, 2009: 36) y explica su desconfianza en los Estados-Nación como unidad de análisis. Asimismo, desde esta perspectiva, el sistema-mundo puede explicarse en dos formas: el imperio mundial y la economía mundial. La primera consiste en la unificación de las diferentes partes del mundo a través de su subordinación a una sola “estructura política unitaria” de tipo imperial, al igual que el Imperio Romano. La segunda, en cambio, se caracteriza por la fragmentación política y cultural -lo que no impide que haya rasgos culturales comunes- es decir, por una multiplicidad de entidades políticas, esta vez unificadas a través del mercado y una división transregional del trabajo (Wallerstein, 2009: 43-45).
Sin embargo, para los teóricos del sistema-mundo, los últimos cinco siglos se caracterizan por un desarrollo de una única economía-mundo en todo el planeta, de carácter capitalista y originada en Europa (Braudel, 1979: 56). Dos elementos interdependientes se movilizan para explicar el desarrollo de esta: por un lado, la característica fundamental del capitalismo que es la acumulación ilimitada de capital (Wallerstein, 2009 : 44) y, por otro lado, la propia naturaleza de la economía mundial que, traducida según los esquemas del sistema-mundo moderno, se refiere a la multiplicidad de estados que compiten dentro de una división internacional del trabajo, formando el marco más eficiente para la acumulación ilimitada del capital (Wallerstein, 2009: 94-96).
En este sentido, la economía mundial capitalista se caracteriza por una doble estructura : vertical y horizontal (Shannon, 1996: 23-27). Vertical, en razón a la división internacional del trabajo, que se caracteriza por relaciones de intercambio desiguales y explotadoras entre los estados del centro, la periferia y la semiperiferia. Esta división refleja y es posible gracias a las diferencias en el “nivel de rentabilidad de los procesos de producción”, siendo los estados centrales los que controlan los “procesos de producción centrales” gracias a los “cuasimonopolios” que les dan ventaja sobre los “procesos periféricos que son verdaderamente competitivos” (Wallerstein, 2009: 50-53). En cuanto a la estructura horizontal, esta se refiere a la multiplicidad de centros de potencias en competencia. Así, en resumen, es la coexistencia entre una economía unitaria capitalista jerárquica y un sistema interestatal pluralista y anárquico lo que explica y condiciona el desarrollo y la reproducción del sistema-mundo moderno (Shannon, 1996: 23-27).
Vale la pena plantear algunos debates y controversias sobre esta teoría. En primer lugar, hay una crítica marxista de la naturaleza del capitalismo dada por la perspectiva del sistema-mundo que, cabe recordar, considera el capitalismo sobre todo por la “implacable ley de la acumulación” (Amin, 1992: 181) que opera según un “proceso básico continuo, la expansión de las arenas de la actividad económica por los capitalistas en busca de la maximización del beneficio” (Wallerstein citado por Brenner, s.f). Según esta perspectiva, las relaciones de propiedad social fundamentales se consideran solo como “variables de ajuste”, debido a que el trabajo asalariado puede ser asimilado a la esclavitud o la servidumbre. No obstante, para el historiador marxista Robert Brunner, estas relaciones sociales de propiedad son una de las condiciones esenciales de la “producción con fines de lucro que conduce a la acumulación del capital” (Brenner, s.f), lo que en última instancia permite que el capitalismo se desarrolle a través de la expansión del mercado. En términos más generales, los críticos marxistas del sistema-mundo consideran al capitalismo como un modo particular de producción —la apropiación de la plusvalía mediante la explotación de la fuerza de trabajo más allá de su valor a través de la propiedad de los medios de producción— mientras que otros consideran que las zonas periféricas no entran dentro de esta definición (Shannon, 1996: 162-163).
Otro tipo de crítica se refiere al intercambio desigual y las relaciones de explotación que están en el centro de la división internacional del trabajo. Estos incluyen la visión dominante de los economistas ortodoxos y las principales organizaciones financieras internacionales, que se basa en la teoría de las ventajas comparativas, según la cual, en condiciones de competencia pura y perfecta, el comercio beneficia a todos los Estados. “En consecuencia, no hay nada intrínsecamente explotador sobre el comercio entre el centro y la periferia” (Shannon, 1996: 166). También hay algunos críticos (Chirot y Hall, 1982) que extienden esta idea utilizando evidencia empírica para argumentar que la periferia está mejor debido a sus vínculos económicos con el centro de lo que lo hubiera sido sin ellos (Ibid: 166). Finalmente, para algunos marxistas, no se puede comprender plenamente la situación de los Estados periféricos sin tener en cuenta también los factores internos, especialmente las relaciones de clase (Ibíd.: 162).
Dicho esto, dado que la teoría del sistema-mundo es inherente al campo de la EPI, puede ser interesante discutir la contribución de una perspectiva de sistema-mundo a esta disciplina. Primero recordemos que, en su forma más abstracta, el sistema-mundo permite la operacionalización en dos formas, el imperio mundial y la economía mundial, donde en cada caso, respectivamente, es la política y la economía la que domina. De esta manera, el concepto permite superar uno de los escollos de la perspectiva marxista en la EPI, que es la presuposición de la determinación política de la economía. En cuanto a la cuestión de la contribución del sistema-mundo a la EPI, un aspecto muy interesante de la teoría es su naturaleza muy interdisciplinaria que moviliza otras disciplinas. De hecho, según Wallerstein, “el análisis de sistemas mundiales [presta poca atención] a los límites tradicionales de las ciencias sociales” (Wallerstein, 2009: 36). En este sentido, la teoría del sistema-mundo invita a profundizar la lógica interdisciplinaria de la EPI, permitiendo una cierta descentralización y apertura “acerca de las diversas formas en que se observa e interpreta la realidad social” (Ibid: 204), y así extiende la lógica de los enfoques heterodoxos de la EPI para formar, como señala Graz, una “verdadera encrucijada transdisciplinaria” (Graz, 2000: 564).
Además, en consonancia con este debate, es interesante examinar lo que generalmente se agrupa bajo el término “globalización”, debido a que este es el centro de la mayoría de las investigaciones de EPI. Desde la perspectiva del sistema-mundo, la fase actual se considera como el síntoma del “apogeo de los logros” de la economía mundial capitalista y, por la misma razón, su entrada “en su crisis estructural” (Wallerstein, 2001: 35). Así, según Wallerstein (Ibid: 35-44), la economía mundial capitalista ha entrado en su crisis terminal. Esta crisis estructural se manifiesta por el efecto de tres tendencias que ralentizan definitivamente la acumulación de capital, la misma que define y proporciona la dinámica del sistema (Shannon, 1996: 152-153). Por lo tanto, el proceso iniciado en la década de 1980 se interpreta como una nueva fase de expansión capitalista, pero también es la última, antes de que se revelen las contradicciones intrínsecas de la economía mundial capitalista y se ponga fin a ella. En este sentido, esta perspectiva se une finalmente a los análisis marxistas más tradicionales y a los académicos de la EPI que adoptan una perspectiva a largo plazo, como Jacques Adda, para quien la globalización es parte de una tendencia más larga (Adda, 2001).
Referencias
Adda, J. (2001). La mondialisation de l’économie. Paris : La Découverte.
Amin, S. (1992). Capitalisme et système-monde. Sociologie et sociétés, 24(2), 181-202.
Braudel, F. (1979). Civilisation matérielle, économie et capitalisme, XVe-XVIIIe siècle. Paris : Armand-Colin.
Brenner, R. (2014). La théorie du système-monde et la transition au capitalisme : perspectives historique et théorique. Revue Période. http://revueperiode.net/la-theorie-du-systeme-monde-et-la-transition-au-capitalisme-perspectives-historique-et-theorique/
Chirot, D., & Hall, T. D. (1982). World-system theory. Annual Review of Sociology, 8(1), 81-106.
Graz, J.C. (2000). Les nouvelles approches de l’économie politique internationale. Annuaire Français de Relations Intenationales, 1, 557-569.
Shannon, T. (1996). An Introduction to the World-System Perspective. Boulder: Westview Press.
Wallerstein, I. (2009). Le système-monde en désagrégation. In Mercure, D. Une société monde ? Les dynamiques sociales de la mondialisation, 35-44. Paris : De Boeck.
Wallerstein, I. (2009). Comprendre le monde : introduction à l’analyse des systèmes-monde. Paris : La Découverte.
Maria Camila Ballesteros
Hugo Da Silva.
Alexandre De Groot
Javier Ramírez
David Sicard
Maxime Treboux
Publié en 2021
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