La ayuda oficial para el desarrollo (AOD) comprende las donaciones y préstamos preferenciales establecidos en el presupuesto nacional y transmitidos desde los países desarrollados hacia los países en vías de desarrollo.

El término AOD se refiere entonces a una red de relaciones entre los países “donantes” y “receptores”. El término no apareció en la escena internacional hasta principios de la década de 1960, cuando la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico comenzó a registrar estadísticamente las corrientes de ayuda internacional (OCDE, 2018). Asimismo, es importante señalar que los países receptores de AOD están separados en diferentes grupos según sus características y su nivel de desarrollo económico. Así pues, hay países menos adelantados (PMA), otros países de bajos ingresos, países de ingresos medios bajos y países y territorios de ingresos medios altos. Estas clasificaciones y desgloses están destinadas a modificarse según los progresos realizados por cada Estado, de conformidad con las normas de la OCDE y el Banco Mundial.  Sin embargo, esta definición de la OCDE no es aceptada universalmente por algunos países donantes, ya que el modelo de ayuda de China, por ejemplo, no respeta todos los principios de la asistencia oficial para el desarrollo definidos por el Comité de Asistencia para el Desarrollo (CAD) de la OCDE, en particular en lo que respecta a la no interferencia, el beneficio mutuo y la incondicionalidad (Huang y Ren 2012).

La noción de Asistencia Oficial para el Desarrollo puede observarse desde dos frentes, como explican Charnoz y Severino (2007). El primero se refiere, en términos prácticos, al sistema internacional de transferencias de recursos públicos, mientras que el segundo se refiere a una definición estadística precisa que es objeto de debate, ya que el monto real de la asistencia oficial para el desarrollo no refleja todos los recursos recibidos por los países receptores, sino el costo soportado por los donantes. En tal sentido, Alvi y Senbeta (2016), desde una perspectiva neoliberal, manifiestan que la AOD tiene un efecto considerable en la reducción de los niveles de pobreza de los países receptores; sin embargo, otros autores como Boone (1996) muestran que no hay evidencia para demostrar que haya mejorías sustanciales tanto en las políticas macroeconómicas de los Estados, como en el aumento de la inversión, la reducción de los niveles de pobreza, entre otras. Más allá de esas discusiones económicas y políticas, autores como Apodaca (2017), consideran por otro lado que la AOD es un acto meramente político utilizado como herramienta para que los países poderosos aumenten su influencia en el sistema internacional.

Ahora bien, en el marco de la Economía Política Internacional (EPI) la AOD se analiza desde múltiples perspectivas teóricas. En tal sentido, el realismo considera que las corrientes económicas sólo sirven como armas de influencia para modificar las acciones de los países receptores. En otras palabras, son parte de una política de poder que instrumentaliza la economía (Hook, 1995). Por otro lado, el liberalismo asegura que, además de mejorar las condiciones socioeconómicas de los Estados receptores, la AOD resulta útil para profundizar los lazos de cooperación entre diversos actores del sistema internacional. Asimismo, considera importante que en ese proceso participen instituciones internacionales que contribuyan a organizar las reglas de juego (Taouil, 2015). Por su parte, la teoría del sistema-mundo concluye que la AOD solo puede entenderse como una vía para limitar el proceso de desarrollo de los países que pertenecen a la periferia mundial. Desde este punto de vista, este proceso es solo un intento por mantener la división internacional del trabajo y los privilegios de ciertas naciones pertenecientes al centro (Wood, 1986). Finalmente, Lemus (2018) plantea que la AOD es un acto esencialmente colonial en el sentido en el que impone una idea de superioridad por parte de algunos Estados que «generosamente» aportan para que aquellos con condiciones inferiores puedan ser equiparados en algún momento a los donantes. Por eso, dice el autor, no es casualidad que los excolonizadores tienden a ofrecer más AOD a los países que colonizaron en el pasado.

Todas estas perspectivas, aunque diferentes en esencia, tienen en común el hecho de que no se centran únicamente en los efectos de la AOD (lo que conduce a un debate esencialmente económico) ni en sus motivaciones (lo que conduce a un debate puramente político). Todas parten de la premisa de que la AOD produce determinados resultados en los países de destino, pero, aún más importante, también comprenden que esta contribuye a modificar o sostener el statu quo. Lo anterior, en tanto siempre hay consecuencias que trascienden los espacios nacionales y conciernen a actores distintos de los que participan en la entrega y recepción de la ayuda. Así pues, es posible trascender estas divisiones y ver la asistencia oficial para el desarrollo como un conjunto de redes de interdependencia entre Estados con motivaciones diferentes y posiblemente únicas.

La Economía Política Internacional también contribuye a entender fenómenos como la aparición de los llamados “donantes emergentes”, que son definidos como países que recientemente han empezado a actuar como donantes internacionales a pesar de que tradicionalmente se habían caracterizado por ser receptores de ayuda. El caso de China, por ejemplo, es paradójico desde un punto de vista puramente político o económico. En tanto, este país destina cerca de 60 billones de dólares a AOD en cerca de 150 países y, aun así, ha decidido enmarcar esta inversión en el discurso de la cooperación sur-sur. Ya sea que esto haga parte de una estrategia para “transformar el orden mundial” (Tan, 2019) o que simplemente se trate de una estrategia discursiva para acercarse a varios países y solidificar los lazos bilaterales, este tipo de actuaciones solo cobran sentido a la luz de la EPI.

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Referencias

Alvi, E, & Senbeta, A. (2012). Does Foreign Aid Reduce Poverty?. Journal of International Development 24(8), 955–976.

Apodaca, C. (2017). Foreign Aid as Foreign Policy Tool.  Politics: Oxford Research Encyclopedia of Politics. Accessed on: https://oxfordre.com/politics/view/10.1093/acrefore/9780190228637.001.0001/acrefore-9780190228637-e-332

Boone, P. (1996). Politics and the effectiveness of foreign aid. European Economic Review 40(2), 289–329.

Charnoz, O. & Severino, J. (2007). L’aide publique au développement. Paris : La Découverte.

Hook, S.W. (1995). National Interest and Foreign Aid. Boulder: L. Rienner Publishers.

Huang, M. & Ren, P. (2012). China’s Foreign Aid and Its Role in the International Architecture.  International Development Policy | Revue internationale de politique de développement, 3, 75-88.

Lemus Delgado, D. (2018). La Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) como una práctica hegemónica (1945-2000). Revista CIDOB d’Afers Internacionals, 120, 29–50.

OCDE (2018), Aide publique au développement : définition et champ couvert. Extrait de : http://www.oecd.org/fr/developpement/financementpourledeveloppementdurable/normes-financement-developpement/aidepubliqueaudeveloppementdefinitionetchampcouvert.htm

Tan, W. (2019). Why China’s rise may call for ‘a new world order’, CNBC. Accessed on : https://www.cnbc.com/2019/04/25/why-chinas-rise-may-call-for-a-new-world-order.html

Taouil, R. (2015). L’approche néo-institutionnaliste du développement à l’épreuve de l’émergence chinoise. Mondes en développement, 169(1), 107-120.

Wood, R. (1986). From Marshall Plan to debt crisis: foreign aid and development choices in the world economy. Berkeley: University of California Press.


Aubry Alexandre

Maria-Léticia Antonino Madrid

Reynell Badillo Sarmiento

María Paula Ballesteros Paipilla

Andrés Tellez

Hervé Tschanz

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Publié en 2021

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