El imperialismo verde es una estrategia de conquista de un Estado soberano sobre otro en nombre de la preservación de la naturaleza. Para establecer esta dominación, el Estado implementa medidad législativas y reglamentarias  para restringir el campo de acción de otros Estados así como la circulación de ideas, de discurso, representaciones y prácticas.

Muchas políticas medioambientales han desarrollado una concepción neoliberal de la naturaleza, que coincide con la visión capitalista de la naturaleza como recurso consumible. Esta concepción de la época colonial es denominada por Guillaume Blanc “colonialismo verde”, una referencia que hace eco en gran medida del concepto de imperialismo verde. En efecto, en su libro titulado “La invención del colonialismo verde”, el historiador analiza las diversas consecuencias de la concepción colonial del espacio y la naturaleza en África. Ilustra su argumento con el caso del Parque Nacional de Simien, en Etiopía. En un intento de proteger a África y de cumplir con las normas de conservación dominantes en la época en 1963, numerosas organizaciones no gubernamentales (ONG), como el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), apoyadas por instituciones y donantes internacionales, exigieron que el Estado expulsara a la población de estas zonas y prohibiera la agricultura, con el fin de recuperar una zona denominada “natural”, es decir, sin presencia humana. La naturaleza se convierte así en un campo de lucha entre diferentes actores e intereses que pueden provenir de movimientos sociales, de Estados, de ejércitos, de mercados financieros o de organizaciones no gubernamentales – ONG -(Keucheyan, 2014, p. 11). Otro ejemplo histórico de esta práctica fueron las decisiones forestales tomadas en Indochina en 1862. Los colonos franceses, para asegurar las necesidades de la Marina, crearon un sistema de trabajo forzoso (corvea) que obligaba a los locales a suministrarles madera. Sin embargo, estos últimos no podían explotar los bosques para sus necesidades sin los permisos de tala expedidos por los colonos (Thomas, 2009, p. 136).

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Este fenómeno ha atraído el interés de otros académicos, como Jane Carruthers, quien señala que “en esencia, el imperialismo verde puede resumirse como la historia en la que los occidentales han intentado crear un medio ambiente sostenible, pero han introducido una variedad de factores en muchas partes del mundo que lo hacen imposible” (1996, p. 3). En el mismo orden de ideas, Yohan Ariffin menciona que “los países industrializados han intentado exportar hacia los países en desarrollo, especialmente en Asia y algunas partes de América Latina, leyes, reglamentos y normas medioambientales que frenan su crecimiento económico” (2010, p. 373). También añade que este fenómeno ha servido a los intereses de las ONG medioambientales, pero también a los de las empresas del Norte Global. De hecho, la exportación de sus tecnologías y servicios al Sur permite a estas empresas resolver los problemas de aumento de costes y exceso de capacidad a los que se enfrentan.

El colonialismo, o imperialismo verde, puede tener un mayor impacto en las capacidades de desarrollo de los países a los que se dirigen las iniciativas medioambientales. En la India, por ejemplo, se han alzado voces en los círculos políticos, como la de su Ministro de Tecnologías de la Información, Pramod Mahajan, que declaró en una entrevista con Shiraz Sidhva para el medio El Correo de la UNESCO que “los países ricos intentan obstaculizar el crecimiento de las naciones en desarrollo como la India, lo que nos parece inaceptable” (2001, p. 41). Asimismo, el entonces Presidente de Bolivia, Evo Morales, afirmó en la cumbre de Río+20 que “este colonialismo de la naturaleza hace recaer la responsabilidad de salvaguardar y recuperar el medio ambiente en los países del Sur, mientras las economías industrializadas lo explotan y destruyen”. De hecho, se espera que los países del Sur preserven sus ecosistemas a costa de su crecimiento económico, mientras que países como China, Rusia, India y Estados Unidos emiten cerca del 40% de los gases de efecto invernadero del mundo, en los que basan sus economías ya desarrolladas o en rápido desarrollo.

Ilustración © Camilo Romero

En este contexto, el aporte de un enfoque de economía política internacional (EPI) es fundamental, ya que el imperialismo verde no sólo tiene consecuencias para la vida en la Tierra, sino también, por ejemplo, para el comercio que se realiza entre los Estados, con consecuencias en cascada para las comunidades de estos Estados. La EPI permite entonces, arrojar luz sobre la “lógica global del sistema y sus cadenas de dependencia, pero también del impulso transformador de las fuerzas sociales en la evolución del propio sistema” (Tussie, D. 2012, p. 13). Es por esto que, el papel de los movimientos ecologistas liderados por la sociedad civil es relevante para estos análisis. En concreto, un enfoque estructuralista ayuda a comprender que “las relaciones entre los Estados están determinadas en gran medida por las relaciones de producción, así como por sus pactos para la circulación de capitales, conocimientos y mercancías” (Tussie, D. 2012, p. 13). Esta comprensión de la relación entre la producción y la gestión de los recursos naturales en el mundo fomenta la búsqueda de soluciones que permitan una transición hacia el desarrollo de una “economía verde” más adecuada para el Sur global. Pues, como señala Paul Driessen, es necesario “insistir en que las doctrinas de la responsabilidad social de las empresas, el desarrollo económico sostenible, la prudencia y la inversión ética reflejen las necesidades de las personas, especialmente de los ciudadanos más pobres de nuestro planeta”. (Driessen, P. 2007, p. 218). Así, una transición hacia una economía sostenible es más adecuada en la medida en que la mitigación de la contaminación y el daño ambiental no es sinónimo de subdesarrollo continuado, como puede ser el caso de las políticas dirigidas al imperialismo verde.

Referencias

Ariffin, Y. (2010) On the Scope and Limits of Green Imperialism. Peace Rev. 22, 373–381. https://doi.org/10.1080/10402659.2010.524558

Blanc, G. & Fauvelle, F.-X. (2020) L’invention du colonialisme vert: Pour en finir avec le mythe de l’Éden africain. FLAMMARION, Paris.

Carruthers, J. (1996) Review of Grove, Richard, Green Imperialism: Colonial Expansion, Tropical Island Edens and the Origins of Environmentalism, 1600-1860 (Studies in Environment and History).

Driessen, P. (2007) Eco-Imperialism Green Power, Black Death. Academic Foundation.

Keucheyan, R. (2018) La nature est un champ de bataille. La Découverte. https://doi.org/10.3917/dec.keuch.2018.01

Sidhva, S. (2001) Ecología: el imperialismo se disfraza de verde. El Correo UNESCO 41–43.

Thomas, F. (2009) Protection des forêts et environnementalisme colonial : Indochine, 1860-1945. Rev. Dhistoire Mod. Contemp. 564, 104–136.

Tussie, D. (2013) El Estudio de la Economía Política Internacional.


Alice Anderegg

Camilo Romero ​

Danae Dimitracopoulos

Ekin Emeksiz

Gregoire Grob

Itzel Alexandra Hernández García 

Lea Cacheux

Maja Lyngbye 

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Publié en 2022

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